jueves, 22 de diciembre de 2011

Nuestro Domingo de Ramos.

Amanece, y hasta el Sol parece diferente. No es un domingo cualquiera, y una sonrisa ilusionante se deja ver en muchos de nuestros rostros. Camino del castizo bar Jamón, en la calle de las Carreterías, donde degustamos desayuno, y vemos bajar cientos de palmas que preceden al Señor que abre el Domingo de Ramos. Ya es Semana Santa, ya huele, ya suena, la gente abarrota las calles. El Amparo no nos deja indiferentes nunca. Tras Ella, nuestra hermana banda de música hace sonar "Pasan los Campanilleros". Ellos saben darle el punto que no le da nadie.


Bajamos Carreterías, callejeamos y nos detenemos en Pozos Dulces. Abierto el Oratorio, coincidimos con numersosísimos miembros de la banda que han ido a cerciorarse, pues todo parece un sueño, de que esto ha empezado, y el Martes Santo Ellos seguirán allí esperando a que suene nuestra Marcha Real para salir a la plazuela.


Buscamos Calle Nueva. Allí, un palio se mece y hace las delicias de los que la miramos, embobados. Suena Fusionadas, tambor característico de los últimos 30 años en nuestra ciudad que, por desgracia, no volverá a redoblar. De allí, los pies caminan solos hacia el enclave que nos viene reuniendo desde hace más de 5 años. La Casa del Guardia, sus vinos y degustaciones, y el sol radiante digno de un Domingo de Ramos, hacen que casi todos los miembros de la banda.




La Pollinica y Lágrimas y Favores pasan el recorrido oficial. Son casi las 15:00, y nos esperan nuestros uniformes, nuestros instrumentos, y más allá de eso, en la Victoria, barrio de la reconquista, nos espera un Humilde y azotado Cristo, al que rezaremos con nuestra música.




Sabemos que "nuestra" Semana Santa empieza cuando, entre emoción y sabiduría, nuestro director, Daniel Zumaquero, nos habla en el salón de tronos de esfuerzo, dedicación, emoción y mil sentimientos más que resumen eso que él acuñó como "¿a qué suena la Esperanza?". Un centenar de personas uniformadas, unidas por una pasión hecha música, escuchamos atónitos sus palabras, y rezamos al Paso y la Esperanza, cuyo nombre y escudo representamos en tan diversos lugares de España.




Montamos en el autobús que nos dirige al Jardín de los Monos. Todo es confuso, se mezclan nervios con ganas, y el resultado es felizmente prometedor. La banda forma en el Compás de la Victoria, y nos fundimos en abrazos. "Ya estamos aquí", dicen algunos. Otros, más introvertidos, como el que suscribe, preferimos meditar en silencio, disfrutar de esa emoción y mezclarla con recuerdos y memorias que, de buena gana quisiéramos que estuvieran allí para compartirla con nosotros. La banda forma, parece interminable cuando miramos atrás. "Miguel, arranca en ordinario", dice Dani, y un estruendo de tambores perfectamente sincronizados nos marcan, a paso ordinario, el ritmo para subir la calle y las escaleras hacia el Santuario. Late algo fuerte en el pecho, la Esperanza está subiendo.






La Marcha Real anuncia que Jesús está en la calle, y bajamos con Él los escalones del Santuario. Todo ha comenzado. Un año entero de ensayos se resumen en apenas 10 días de música y emoción, y ya han empezado a agotarse. Es más, cuando nos queremos dar cuenta, estamos bajando por Calle Granada, enclave de la antigua judería que nadie debería perderse, pues lo que allí se vive no tiene parangón.




Suena su marcha, suena "Costalero del Soberano", y seguimos avanzando. Todo pasa muy deprisa, y sin verlo estamos en el recorrido oficial. Lo recorreremos hasta seis veces en la semana, pero cada una tiene su idiosincrasia, y la del Domingo de Ramos se nos va como arena entre las manos. La Alameda, bóveda arbórea incomparable, testigo muda del caminar del trono. Año tras año, estos portadores se superan.




Con Calle Granada, esta vez subiéndola, vamos palpando el fin del Domingo, y notando como el cansancio hace mella en nuestra espalda, piernas y talones. Nadie que no comparta nuestra pasión podrá explicarse jamás cómo es posible que nos guste esto, y eso nos hace sentir especiales y afortunados. Suena "Tu Cáliz de Amargura", y la calle explota. "Trabajadera de Metal", y el Cristo sale a la Merced. Con ella, nuestra emoción. Parece irreal.




Cuando hemos llegado a la Victoria, el Cristo nos despide encerrándose de frente a nosotros. El Domingo ha terminado, los autobuses nos esperan. La bendita locura que nos trae sonrientes desde por la mañana ha pasado una página de las pocas con las que nos sorprende cada año. Nos quedan muchos días, muchos momentos, muchas curvas y muchas entradas, pero este día tiene algo que llama a la alegría, y por eso he querido plasmarlo. Estáis invitados todos a vivirlo con nosotros en cada esquina, en cada calle y con cada marcha que suene. Este es nuestro Domingo de Ramos, y esperamos que así sea durante muchos años.


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