lunes, 10 de junio de 2013

Deus ex machina

Parece que la cosa va de preceptos y conceptos latinos. De frases célebres, que esconden un interior mediocre y mal ajustado. Pero no. Si buscáis acerca de ésta acepción, os daréis cuenta de que 'Deus ex machina' no es más que un final inesperado, propiciado por una causa ajena y humana, diferente a la que la providencia tenía prevista.

El domingo pasado fuimos partícipes y testigos, sonoros y oyentes, de un acto de caridad entre iguales. El domingo vivimos in situ la recaudación de una importante suma de dinero, en pro de los más necesitados, entre los cuales muchos, y me incluyo, tenemos conocidos, otrora prósperos trabajadores. 

Vivimos tiempos difíciles desde la barrera. Vemos salir cada mes la EPA, que incrementa su porcentaje cual Icaro ascendente al cielo, pero desde un burladero. Escuchamos hablar de suicidios, manifestaciones, bancos de alimentos, economatos, pero cuando el terremoto no mueve nuestros pies, se queda en simple anécdota. Y no es anécdota que, a dia de hoy, el umbral de pobreza en España haya ensombrecido a millones de personas. No es anécdota que los comedores sociales y entidades de caridad estén desbordadas de demandantes de alimentos. No es anécdota ni casualidad. Y ahí entra el "ex machina". Vivimos (des)gobernados por entes impersonales, por la atención a índices macroeconómicos que auguran un progreso inexistente, cuando la realidad microeconómica, del día a día, indica que cada vez hay más personas que pasan hambre. 

Y contra todo pronóstico, para evitar fatal desenlace, surge algo, un germen. Algo que brota de lo más profundo para sembrar y tender caminos que nos unan a todos. El pueblo, capitaneado por unos señores vestidos de verde, decide que, si bien la providencia no cuenta en sus planes con el apoyo al ciudadano, será el propio ciudadano el que navegue contra viento y marea para arrimar el hombro. Para cambiar el final de ésta terrible historia de caos económico y alimenticio, sembrando hermandad. Y allí comprobamos como auténticos artistas de talla nacional daban la cara por su gente, sin pedir más pago que un aplauso y el cariño del pueblo congregado. Comprobamos como nuestra felicidad efímera puso fin a la carencia longeva de muchos hogares. No se hizo ningún milagro. Nadie multiplicó panes y peces. Nadie rescató a las familias. No fue obra de plegarias, ni alabanzas a la prosperidad. No fue obra divina. Fue la causa y efectos más humanos que jamás podremos comprobar. Los hombres de trono de la Reina del paraíso, igual que la conducen a Ella para que pise el romero, condujeron a una legión de almas caritativas que, con o sin quererlo, pusieron un plato de comida allá donde hizo falta.

Solo nosotros podemos cambiarlo, y el camino a seguir está marcado. 

Enhorabuena a la Archicofradía, única capaz de predicar con la Esperanza más allá de los capirotes de la madrugada del Viernes Santo. Enhorabuena a los organizadores, a los asistentes, y gracias a las entidades colaboradoras. 

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