viernes, 12 de octubre de 2012

"...entre primaveras."

Se encierra el Santo Entierro, abrazos, aplausos, alguna que otra lágrima. Parece que todo acaba, que un año de esfuerzo toca su fin, y la gente en las calles lo comenta. "Que cansados estarán, después de una semana como ésta".

El gran público se equivoca. Y digo gran, no por superioridad moral, sino numérica. Al fin y al cabo, los que amamos este género y le llevamos el pulso día a día somos cuatro personas mal contadas. Se equivocan, y sin conocimiento de causa, y por ello lo explicamos.

Explicamos que, nuestro sentir no es sólo en primavera. Que no siempre llevamos una casaca y un fajín granate. Que no siempre ensayamos andando, y no siempre los Zumaquero y Gonzalo llevan un pinganillo, y van con los nervios a flor de piel. No siempre es primavera en la Esperanza, pero no por ello deja de ser verde su color.

Cada año, tras un breve descanso, y desde hace poco, preparamos con ilusión algo que, nada tiene que ver con la Semana Santa, pero ésta carecería de sentido sin ello. Cada año, y desde hace poco, una veintena de músicos, subimos los peldaños de nuestro templo mayor, y anunciamos con glorias y cornetas que el Corpus Christi ha llegado. Y vive Dios, que esa semana reluce un Sol de justicia en nuestra tierra.

Horas después, le regalamos nuestro esfuerzo, (que se viene prolongando desde enero, sin cesar), al Señor de la Sagrada Cena Sacramental, en su regreso triunfal por las recoletas calles que lo dirigen a los mártires. Y sin casaca, ni fajín granate, no todos nos reconocen. Aplauden, sí, el trabajo bien hecho. Pero somos esos mismos chicos que, meses atrás, se abrazaban en San Agustín enfundados en un traje y una gorra.

No queda ahí la cosa. El verano transcurre como cualquier otro verano para todos, pero nunca para un músico. Siempre queda esa espinita, esas ganas de reencuentro, ese anhelo de saber qué nos deparará el siguiente curso musical. Llega el reencuentro, y con él las caras nuevas, las no tan nuevas, y las de siempre.
Incluso algunas que no están, Dios sabe por qué.

Mijas, Virgen de la Peña. A priori una salida más, podrá interpretar el lector, y se equivoca. Regalar música a los habitantes de un pueblo consumido por el odio y la enfermedad de alguien que quiso calcinar la vida, escuchar aplaudir a personas que lo han perdido todo, y encomiendan su sino a la Patrona, notar la felicidad del numeroso elenco de músicos de nuestras filas que han nacido y crecido en aquel pueblo... No puede calificarse como algo ordinario.

Aún quedan cuitas por resolver, conciertos por tocar, instrumentos por afinar, y aplausos por agradecer. Gente por marcharse, gente por regresar (...), lágrimas que derramar, abrazos que compartir, autobuses que apaciguar, imágenes que acompañar, bambalinas que abrir y cerrar, hijos de componentes que vendrán.

¿Sabéis cuándo ocurre todo esto? Entre primaveras, cuando nadie nos ve.




p.D.: Quiero dedicar este post, desde la lejanía, a la que sigue siendo mi banda, y a la que, cuando los motivos personales lo permitan, volveré con más y mejor savia que nunca. Que la Esperanza os bendiga.

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