martes, 18 de junio de 2013

Felicidades, Esperanza.

Luisa de Battenberg creció en Inglaterra, en una familia que rechazó de pleno los títulos nobiliarios heredados, y predicaba con la bondad que merece la alcurnia que les precedía. Descendiente de reyes, nunca hizo alarde de tal cosa. Durante la I guerra mundial, se dedicó de pleno al cuidado del herido en combate. Durante la Guerra de Invierno, habilitó su palacio para la acogida de niños. Se unió en nupcias, en 1923 con el rey de Suecia, aunque su condición altruista y piadosa ya la hizo reina hacía tiempo, aunque de un reino más ideológico que mundano. 

Luisa y su esposo paseaban por las calles de Estocolmo con total desparpajo, carentes de séquito y sin más privilegio que el reconocimiento público. Una lástima que sus fechas de nacimiento y muerte no hagan número redondo en 2013, aunque el paralelismo es obvio.

65 años después de ésta coronación, vino la suya. La de Ella. La que vino por fervor popular y no por nupcias reales. La que venía siendo reina desde dos centurias antes, pero nadie quiso reconocérselo. Y hoy, 25 años más tarde, esa Reina llana y sencilla, que saldrá a la calle sin más privilegio que el aplauso de su pueblo, será el centro de atención de una ciudad entera. Será además, el año en que, la que preside un altar junto a otro Rey, al alcance de todos los súbditos de su comarca, rememore su acto de coronación y lo celebre en público con aquellos que la coronaron por suscripción y devoción. Aquella que, en cualquier época del año, recibe a niños, adultos y mayores, escucha sus plegarias e intercede por ellas. Este año será más reina de lo que ya es, y más querida que nunca. No necesitará alfombras de romero ni retransmisiones mediáticas. Ella es más que eso.

Ella, al igual que hizo la reina de Suecia (seguramente inspirada por la providencia), regala bondad, cercanía, paz, caridad y Esperanza. Nosotros sólo podemos regalarle música, la que hacemos día tras día pensando en Ella, para pasear su nombre y escudo por la geografía de España. Como nos sabe a poco, queremos regalarle nuestra felicitación eterna por ser Reina y Madre de todos los malagueños, y nuestro agradecimiento por ampararnos bajo su manto cuando más lo necesitamos. 

A Ella, por y para Ella, nuestra Esperanza.


lunes, 10 de junio de 2013

Deus ex machina

Parece que la cosa va de preceptos y conceptos latinos. De frases célebres, que esconden un interior mediocre y mal ajustado. Pero no. Si buscáis acerca de ésta acepción, os daréis cuenta de que 'Deus ex machina' no es más que un final inesperado, propiciado por una causa ajena y humana, diferente a la que la providencia tenía prevista.

El domingo pasado fuimos partícipes y testigos, sonoros y oyentes, de un acto de caridad entre iguales. El domingo vivimos in situ la recaudación de una importante suma de dinero, en pro de los más necesitados, entre los cuales muchos, y me incluyo, tenemos conocidos, otrora prósperos trabajadores. 

Vivimos tiempos difíciles desde la barrera. Vemos salir cada mes la EPA, que incrementa su porcentaje cual Icaro ascendente al cielo, pero desde un burladero. Escuchamos hablar de suicidios, manifestaciones, bancos de alimentos, economatos, pero cuando el terremoto no mueve nuestros pies, se queda en simple anécdota. Y no es anécdota que, a dia de hoy, el umbral de pobreza en España haya ensombrecido a millones de personas. No es anécdota que los comedores sociales y entidades de caridad estén desbordadas de demandantes de alimentos. No es anécdota ni casualidad. Y ahí entra el "ex machina". Vivimos (des)gobernados por entes impersonales, por la atención a índices macroeconómicos que auguran un progreso inexistente, cuando la realidad microeconómica, del día a día, indica que cada vez hay más personas que pasan hambre. 

Y contra todo pronóstico, para evitar fatal desenlace, surge algo, un germen. Algo que brota de lo más profundo para sembrar y tender caminos que nos unan a todos. El pueblo, capitaneado por unos señores vestidos de verde, decide que, si bien la providencia no cuenta en sus planes con el apoyo al ciudadano, será el propio ciudadano el que navegue contra viento y marea para arrimar el hombro. Para cambiar el final de ésta terrible historia de caos económico y alimenticio, sembrando hermandad. Y allí comprobamos como auténticos artistas de talla nacional daban la cara por su gente, sin pedir más pago que un aplauso y el cariño del pueblo congregado. Comprobamos como nuestra felicidad efímera puso fin a la carencia longeva de muchos hogares. No se hizo ningún milagro. Nadie multiplicó panes y peces. Nadie rescató a las familias. No fue obra de plegarias, ni alabanzas a la prosperidad. No fue obra divina. Fue la causa y efectos más humanos que jamás podremos comprobar. Los hombres de trono de la Reina del paraíso, igual que la conducen a Ella para que pise el romero, condujeron a una legión de almas caritativas que, con o sin quererlo, pusieron un plato de comida allá donde hizo falta.

Solo nosotros podemos cambiarlo, y el camino a seguir está marcado. 

Enhorabuena a la Archicofradía, única capaz de predicar con la Esperanza más allá de los capirotes de la madrugada del Viernes Santo. Enhorabuena a los organizadores, a los asistentes, y gracias a las entidades colaboradoras. 

miércoles, 5 de junio de 2013

Roma locuta causa finita

No es habitual, pero narraré desde el fin al principio.

Ovación cerrada. Agradecimientos. Miradas de admiración, de sincera aprobación, guiños cómplices. Todo concurría en una plaza. Todo indicaba que el trabajo estaba bien hecho, que la Hermandad de la Sagrada Cena, a la cual mandamos un saludo desde nuestro rincón, habia sugerido, una vez más, las bases para un cambio en el procesionar.

Las redes sociales nos han ayudado a estar más cerca de hermandades y público, de tener pulso constante de lo que se habla y opina en la calle, de lo que se cree y se rumorea. Llevamos más de cuatro años incidiendo en estar cerca de nuestros oyentes, promoviendo el contacto directo con ellos, transmitiendo y retransmitiendo lo que se vive y se siente en nuestro día a día, lo que piensan algunos de nuestros componentes, incluso lo que escuchamos algunos en nuestros momentos más íntimos. Llevamos años queriendo que sepáis a qué suena la Esperanza, y parece que algo hemos conseguido.

Pero hay una pica en Flandes, una fortaleza que no logramos asediar. No puedo transmitir, por más que me empeñe, lo que sentimos cuando nos despertamos en una mañana de Corpus, en pleno "invierno cofrade", cuando la actividad merma hasta dejar hermandades en pleno barbecho, y una luz ilumina el rostro de nuestros componentes. No puedo haceros llegar como nos estremecemos de emoción cuando cruzamos San Agustín, ni cómo admiramos minuto a minuto el andar de un nazareno. No puedo entregaros la esencia de lo que vivimos en C/ Ancha ni de lo que vibramos en el Santuario de la Victoria. Me es del todo imposible relataros lo que sentimos cuando, en la noche del Jueves Santo, pasamos de largo el portón y los vemos a Ellos, Nazareno y Esperanza, Esperanza y Nazareno, dispuestos para dar gloria a su nombre y su ciudad. No puedo.

Y sin embargo vosotr@s, público y hermandades, llenáis auditorios e iglesias, apretáis las aceras, incluso a veces nos hacéis imposible el tránsito, evidentemente no aposta. Vosotr@s, público y hermandades, confiáis en nosotros el andar de vuestros titulares, sabedores de que el trabajo está pulido al milímetro. Gastáis vuestros minutos en escucharnos en YouTube, y en hacernos llegar vuestra opinión. Vosotr@s, público y hermandades, nos conocéis sobradamente, y sabemos que cuando aplaudís, lo hacéis porque vuestra expectativa ha sido cumplida o superada.

¿Cómo hacéis para estar ahí, para saber cada enclave, si yo mismo, comunicador habitual de la banda, no logro transmitiros todo lo que siento?

La respuesta es fácil. Acudís, llenáis, confiáis, gastáis, opináis, nos conocéis, aplaudís y agradecéis, no por lo que yo os transmita desde nuestro rincón, sino por lo que la Esperanza os regala en forma de música. Porque es nuestra razón de ser y nuestra palabra, la música. Y gracias a la música y no a las palabras vivimos ovaciones como la vivida el Domingo. Ovación del pueblo, del público. Al que nos debemos y al que profesamos admiración por su seguimiento. Y ya sabéis que cuando el pueblo habla...

"Roma locuta, causa finita"
(cuando Roma habla, la causa termina)