Alberto (a la derecha), es alguien conocido por todos, y no
siempre porque él haya querido. Su larga trayectoria en la música, que comenzó
en Lágrimas de San Pedro, se ha visto enajenada por diversos hechos. No
obstante, es un ejemplo de lucha, sacrificio, y encarna como nadie los valores
que todo hermano de la Esperanza debe llevar por bandera. Corneta convencido del turno piano, desde éste rincón de
nuestro mundo, queremos acercaros a Alberto Negrete, el excelente músico y
mejor persona que hay detrás de toda una historia escrita bajo los títulos de “Getzabel”
y “Esperanza”.
p. Alberto, cuéntamos cómo viviste tu trayectoria en
Lágrimas de San Pedro, y qué sacas en claro tras su triste desaparición.
r. Lágrimas era una familia, en el más estricto sentido de
la palabra. Allí todo estaba hecho por nosotros. Desde los arreglos de las
marchas, las crucetas o incluso la pintura que tenía nuestra nave. Lágrimas era
nuestra casa, y cuando desapareció, decidí que quería disfrutar, al margen de
responsabilidades más allá de lo musical. Y para disfrutar tocando, qué mejor
decisión que la Esperanza.
p. Llegas a la Esperanza, y al poco tiempo recibes una mala
noticia; tenéis que ir a Madrid a hacer un tratamiento específico a Getzabel.
¿Qué significó la Esperanza en esos momentos para ti?
r. Desde el primer ingreso de Getzabel en el Hospital, hasta
el último alta, nos sentimos en su regazo. Formar parte de la banda me hizo
sentirme más cerca de lo que significa la Esperanza, me hizo verla y confiar en
que, pasase lo que pasase, Ella iba a mirar siempre por nosotros. Todo esto se
hizo patente cuando recibo la noticia de que, pese a llevar sólo 3 meses en las
filas de la banda, la hermandad nos dona una importante cantidad económica para
la estancia en Madrid durante el tratamiento. Y como ese, mil detalles que vivo
día a día y que me hacen sentir siempre protegido.
p. ¿Cómo has vivido ésta situación tan convulsa desde tu
posición como músico?
r. Con paciencia, humildad y resignación. Conforme avanzaba
la enfermedad, me iba haciendo consciente de que al final del camino no está la
muerte, sino la vida, y que al final del mío habré cumplido mi sueño de poder
abrazarla de nuevo. Desde que ella no
está, todo es diferente. Antes, cuando no podía ensayar, o llegaba tarde a una
salida, siempre era porque tenía que cuidarla y quedarme con ella. El simple
hecho de poder ensayar a diario, supone que no hay nada que me lo impida, y no
puedo negar que hay momentos en los que la situación me supera.
r. Mis compañeros de la banda me comunicaron que la Hermandad
de las Penas iba a poner el nombre de Getzabel en uno de los cirios de los
arbotantes del Señor de la Agonía. Fue una grata noticia, y el Martes Santo,
mientras salía el crucificado, todo era un cúmulo de sensaciones. Cuando
comenzamos a andar, vislumbré el cirio, leí su nombre, y sentí que ella, por
esa vez, iba acompañándome en mi caminar.
p. ¿hay alguna marcha, sea del género que sea, que
signifique algo especial para ti?
r. Sí. “Nuestra Esperanza”, marcha que compuse junto a Francisco
Ortiz durante mi estancia en Madrid. Creo que habla por sí sola, y que es la
mejor de las que he podido componer. Actualmente se encuentra entre las “futuribles”
de nuestro repertorio. “Regazo de Esperanza” es otra de esas marchas que me
trae muchísimos recuerdos.
p. Elige un momento, una calle y una marcha.
r. Jesús de la Pasión, por calle Nueva con “Regazo de Esperanza”
p. Por último, pídele algo a la Esperanza.
r. Que cuide de ella, que la mime y le diga que pronto
estaremos juntos.
Muchas gracias, Alberto.
p.d: El turno piano quiere agradecerte tu dedicación, compromiso y amistad. Eres todo un ejemplo para nosotros.