martes, 30 de abril de 2013

Entrevista a Alberto Negrete, componente.





Alberto (a la derecha), es alguien conocido por todos, y no siempre porque él haya querido. Su larga trayectoria en la música, que comenzó en Lágrimas de San Pedro, se ha visto enajenada por diversos hechos. No obstante, es un ejemplo de lucha, sacrificio, y encarna como nadie los valores que todo hermano de la Esperanza debe llevar por bandera. Corneta convencido del turno piano, desde éste rincón de nuestro mundo, queremos acercaros a Alberto Negrete, el excelente músico y mejor persona que hay detrás de toda una historia escrita bajo los títulos de “Getzabel” y “Esperanza”.

p. Alberto, cuéntamos cómo viviste tu trayectoria en Lágrimas de San Pedro, y qué sacas en claro tras su triste desaparición.

r. Lágrimas era una familia, en el más estricto sentido de la palabra. Allí todo estaba hecho por nosotros. Desde los arreglos de las marchas, las crucetas o incluso la pintura que tenía nuestra nave. Lágrimas era nuestra casa, y cuando desapareció, decidí que quería disfrutar, al margen de responsabilidades más allá de lo musical. Y para disfrutar tocando, qué mejor decisión que la Esperanza.

p. Llegas a la Esperanza, y al poco tiempo recibes una mala noticia; tenéis que ir a Madrid a hacer un tratamiento específico a Getzabel. ¿Qué significó la Esperanza en esos momentos para ti?

r. Desde el primer ingreso de Getzabel en el Hospital, hasta el último alta, nos sentimos en su regazo. Formar parte de la banda me hizo sentirme más cerca de lo que significa la Esperanza, me hizo verla y confiar en que, pasase lo que pasase, Ella iba a mirar siempre por nosotros. Todo esto se hizo patente cuando recibo la noticia de que, pese a llevar sólo 3 meses en las filas de la banda, la hermandad nos dona una importante cantidad económica para la estancia en Madrid durante el tratamiento. Y como ese, mil detalles que vivo día a día y que me hacen sentir siempre protegido.

p. ¿Cómo has vivido ésta situación tan convulsa desde tu posición como músico?

r. Con paciencia, humildad y resignación. Conforme avanzaba la enfermedad, me iba haciendo consciente de que al final del camino no está la muerte, sino la vida, y que al final del mío habré cumplido mi sueño de poder abrazarla de nuevo.  Desde que ella no está, todo es diferente. Antes, cuando no podía ensayar, o llegaba tarde a una salida, siempre era porque tenía que cuidarla y quedarme con ella. El simple hecho de poder ensayar a diario, supone que no hay nada que me lo impida, y no puedo negar que hay momentos en los que la situación me supera.

p. Como sabes, la banda tiene momentos muy especiales durante su Semana Santa, en los que se mezclan infinidad de emociones y recuerdos. ¿Qué momento recuerdas, y qué pasó por tu cabeza?

r. Mis compañeros de la banda me comunicaron que la Hermandad de las Penas iba a poner el nombre de Getzabel en uno de los cirios de los arbotantes del Señor de la Agonía. Fue una grata noticia, y el Martes Santo, mientras salía el crucificado, todo era un cúmulo de sensaciones. Cuando comenzamos a andar, vislumbré el cirio, leí su nombre, y sentí que ella, por esa vez, iba acompañándome en mi caminar.

p. ¿hay alguna marcha, sea del género que sea, que signifique algo especial para ti?

r. Sí. “Nuestra Esperanza”, marcha que compuse junto a Francisco Ortiz durante mi estancia en Madrid. Creo que habla por sí sola, y que es la mejor de las que he podido componer. Actualmente se encuentra entre las “futuribles” de nuestro repertorio. “Regazo de Esperanza” es otra de esas marchas que me trae muchísimos recuerdos.
p. Elige un momento, una calle y una marcha.

r. Jesús de la Pasión, por calle Nueva con “Regazo de Esperanza”

p. Por último, pídele algo a la Esperanza.

r. Que cuide de ella, que la mime y le diga que pronto estaremos juntos.

Muchas gracias, Alberto. 

p.d: El turno piano quiere agradecerte tu dedicación, compromiso y amistad. Eres todo un ejemplo para nosotros.